El despertar de la Conciencia.
¿ QUIÉN SOY?
Me miro en el espejo cada día y veo mi reflejo, una de tantas y tantas máscaras. Cierro los ojos, respiro profundamente y sonrío, pues sé que estoy ahí...
Todos nos hacemos una idea de lo que somos en función de cómo nos vemos o como nos ven los demás. Si nos paramos a observar al ser humano, aquello que ofrecemos al mundo de nosotros mismos no son más que mascaras dispares que nos colocamos conforme las vamos necesitando, la mascara de padres, de maestros, de buenas, personas, de desvalido, de discapacitado, de culto, de poderoso, de pobre de mí o de cualquier otra cosa que se nos ocurra.Dependiendo del momento y de las circunstancias de nuestra vida, nos acoplamos la máscara que mas nos interese. Esto sería perfecto si no fuera porque terminamos confundiendo la imagen que damos, y con ella el papel que representamos (o sea, la identidad que adopta cada cual en un momento particular de su vida) con lo que somos realmente, olvidando que somos conciencia, y que la identidad adoptada para existir es la encargada de ayudarnos a experimentar la vida en la materia.
Siempre tenemos que ser conscientes de lo que somos y utilizar todas esas máscaras para nuestro descubrimiento pero sin pensar ni por un momento que somos lo que proyectamos a los demás, haciendo de esta proyección una autenticidad.
La mente nos domina desde pequeños, siendo nuestros educadores los encargados de recordarnos continuamente que debemos de razonar y pensar siempre las cosas. A mí me ocurría y supongo que a todos nos ha pasado alguna vez el hecho de quedarnos absortos mirando hacia ningún lugar en concreto sin ni siquiera ser conscientes del momento vivido, tomando como fondo una maravillosa puesta de sol, otro ser humano, recogidos tras un agradable sonido. Es la sensación única de estar la que hemos alcanzado, y vista desde fuera es mal juzgada, por lo que en la mayoría de las ocasiones siempre hay alguien alrededor que se encarga de transportarnos de nuevo a mundo ordinario del "aquí todo se razona" con una frase muy común, "te has quedado embobado".
Trabajando de manera consciente estos estados nos permitirán no pensar dejando de sentir el cuerpo aunque siga ahí, anulando todo dolor y sufrimiento.
Este es el estado en que la mente se doblega a la conciencia, tomando esta las riendas. El concepto de mente cambia, y pasa a ser una herramienta más del ser humano para aprovechar su existencia.
La mente son nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestros recuerdos y premoniciones. Está continuamente reaccionando y preocupándose de nuestro pasado y nuestro futuro desestimando el presente. Siempre se amarra al recuerdo que la hace reaccionar con emociones positivas o negativas, trayendo al presente situaciones, problemas o vivencia pasadas, miedos futuros que se encargan en el mismo momento de llenarnos de dolor y sufrimiento que no pertenecen al tiempo del ahora sino a los eventos que ya pasaron o que no sucedieron nunca.
Así la mente se convierte en nuestro peor enemigo, sin permitirnos vivir el momento, siempre divagando en lo que no es real, creando en nosotros la sensación de un universo inexistente, cuando la verdadera vida se nos escapa.
Para conseguir este presente hemos de intentar no luchar con nuestros pensamientos, convertirnos en observadores que de vez en cuando se emocionan, recuerdan y miran hacia delante, sin que esto suponga una traba en el camino, sin perder el rumbo hacia lo que nos importa, teniendo en cuenta que la vida en este plano incluye amor pero tambíen sufrimiento, haciéndonos conscientes de que somos algo más de lo que pensamos o lo que sentimos y tomar nuestra mente como aliado para poder entender este plano.
Tenemos que observarnos y darnos cuenta de que esos pensamientos "no somos nosotros" somos algo más que lo que pensamos, lo que sentimos o de lo que nos emocionamos, algo que está deseoso porque es lo único que nos puede liberar del dolor y el sufrimiento. Cuando somos capaces de parar la mente lo que quedará seremos nosotros y lo sentiremos como un vacío, un esta de ser uno con todo, un estado de alerta total sin pensamiento ni juicios, sin opiniones, sin resentimientos, sin dolor, solo un estado, quedando alcanzada la comprensión sin necesidad de la palabra.